Psssst… ¡eh tú!
Suelta la bandeja un momento y presta atención.
Si te suscribes a La Wineletter, lo que te voy a contar en ella puede interesarte mucho.
Mira.
Voy a hablarte de vino.
Bueno, y de más cosas.
Porque cuando hablo de vino también hablo de sumilleres, restaurantes, de gestión y de ventas.
De cómo mejorar la satisfacción y fidelidad de los clientes, del equipo, de cómo conseguir minimizar su rotación y, de paso, ganar más pasta con cada servicio.
¡Ah! Y de algo más… del bien y del mal.
El bien, ya sabes, me refiero a ese momento en que sirves un vino a la temperatura y en la copa ideal, y ves la cara del cliente transformarse de “a ver que me pone éste” a “por qué no habré venido aquí antes”.
O del mal, cuando ha surgido un problema con un cliente y cómo lo he resuelto. Como me pasó con aquel cliente que pidió maridaje y se pensó que era barra libre hasta que le frené…
Porque después de quince años como sumiller y más de veinte en hostelería, he visto casi de todo (aunque sigo aprendiendo cada día).
Y me sigo sorprendiendo en cada servicio con anécdotas increíbles, como aquella vez que un cliente nos dejó 7000 euros de propina.
Has leído bien. No es broma. 7000 lereles.
Por eso las compartiré contigo.
Para que mi experiencia te sirva.
Y también para que no tropieces en las mismas piedras en las que yo tropecé.
Lo voy a hacer a mi manera, sin rodeos ni pajaritos en la cabeza.
Sin recitar de norte a sur las regiones vinícolas de Italia, ni los pueblos de la Borgoña.
Yo no voy por ahí.
Aclarado eso…
Cada semana compartiré en La Wineletter algunos trucos, consejos no solicitados y alguna que otra verdad incómoda sobre la hostelería.
Día que no lo lees, truco que te pierdes.
Si te apetece unirte a los que ya están transformando su manera de servir, vender y disfrutar del vino, apúntate aquí abajo.
Además, recibirás GRATIS las “5 claves para diseñar una carta de vinos ganadora“, para que puedas mejorar otro de los dolores de cabeza de la hostelería: la rentabilidad de la bodega.
Un documento que te ayudará a mejorar tu carta fácilmente, aunque no controles de marketing y tengas menos tiempo libre que un camarero en fin de semana.